dissabte, 22 d’octubre del 2016

PALESTINA: ¿Una ocupación normalizada?


Ni los acuerdos de Oslo (1993-1994) ni la “retirada unilateral” de Gaza (2005) han modificado este estado de hecho: es el Estado de Israel quien controla esos territorios, bien mediante una presencia directa (Jerusalén y Cisjordania), bien mediante un bloqueo estricto (Gaza). Desde hace cerca de 50 años, la ocupación es un dato permanente en la vida de los palestinos, lo que ha provocado, evidentemente, dinámicas de resistencia pero también, fenómeno a menudo subestimado, de adaptación.





Como todas las poblaciones sujetas a una ocupación extranjera -y los franceses están bien situados para saberlo-, los palestinos no han sido jamás un “todo” homogéneo en sus relaciones con la potencia ocupante. Atravesada de contradicciones, la sociedad palestina no es, al contrario de la imagen de Épinal vehiculada en ciertos círculos dirigentes del movimiento nacional palestino o en ciertos sectores del movimiento de solidaridad, una colectividad unánimemente resistente en el seno de la cual todas y todos estarían dispuestos a renunciar a cualquier confort cotidiano, por relativo que sea, en nombre de la lucha por una futura liberación.

La vida de un pueblo bajo ocupación, a fortiori cuando dicha ocupación se instala durante decenios, no se resume en la resistencia a la ocupación, sino que se organiza alrededor de una relación compleja y dialéctica entre lucha por la liberación y organización de espacios en el seno del dispositivo de ocupación. La resistencia no es un objetivo en sí mismo, sino un medio para liberarse de la opresión y de la represión; y cuando este objetivo parece muy lejano, incluso inalcanzable, son numerosas las personas que intentan acomodarse a la ocupación y mejorar su vida cotidiana, aunque sea renunciando al enfrentamiento directo con la potencia ocupante.

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