dissabte, 15 de juliol del 2017

La ‘liberación’ de Mosul: otro relato falso sobre Iraq


Seis banderas diferentes en un control militar. Cada una representa a una milicia sectaria. Grupos armados que combaten juntos contra el Daesh. Fueron los peshmergas kurdos quienes rompieron sus primeras defensas en la zona este de Mosul, mientras los combatientes chiíes de Hashd al-Shaabi se desplegaban por el flanco opuesto, a la espera de que el Ejército iraquí avanzara desde el sur con el apoyo de suníes y cristianos. El mapa de esta ciudad, con las posiciones de unos y otros en diferentes colores, ha sido –hasta la expulsión del Daesh– el mapa de la fragmentación de Iraq 14 años después de la invasión estadounidense.


Un templo cristiano de Qaraqosh (Iraq) convertido en una escuela de tiro del Daesh.

La expulsión de Mosul es, sin duda, un duro golpe para el Daesh. La organización pierde su principal bastión en Iraq, donde surgió como resultado de la fragmentación del país, y se fortaleció con el desmantelamiento del Ejército hasta convertirse en una amenaza global. Y aquí estaba también la mezquita (ahora destruida por los yihadistas) donde Abu Bakr al-Baghdadi se autoproclamó califa de todos los musulmanes. Es derrota simbólica con la que perderán atractivo para sus millones de seguidores en todo el mundo.

El Daesh pierde también el control de los pozos petroleros que rodean la ciudad. Parece una paradoja, pero el petróleo –objetivo principal de la invasión estadounidense en 2003– fue utilizado por el grupo terrorista como fuente de financiación en primer lugar, y después como arma de guerra.



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