dijous, 17 d’agost del 2017

Otro ser humano es posible


Todos hemos escuchado o leído alguna vez la expresión “otro mundo es posible”. Inmediatamente viene a nuestras mentes un mundo más justo, más solidario...un mundo en el que nos organizamos de una manera menos egoísta y más empática, en definitiva un lugar mejor. Y es que “mundo” alude a lugar o podríamos decir que a nuestro hogar. Es sin duda una gran meta esta y algo a lo que deberíamos aspirar la especie humana, a poder vivir en un espacio más favorable para todos sin olvidar por supuesto a los animales y a las plantas, a los ecosistemas y al conjunto de la naturaleza que somos todos. Sin embargo, esta visión de un lugar o mundo mejor hace que dirijamos nuestras miradas hacia el exterior pasando por alto el paso necesario antes de poder lograr tan ansiado objetivo, y es una mirada hacia nosotros mismos.




Porque muchos anhelamos un modelo social más solidario y lo visualizamos: lo concebimos en nuestra imaginación y comprendemos que es posible ese mundo al cual algunos aspiramos: “otro mundo es posible”. Sin embargo, a menudo no consideramos que ese otro mundo es un mundo humano, que se trata de qué tipo de “hogar” construimos y por tanto de lo que en el fondo se trataría es de que para que otro mundo sea posible otro ser humano ha de ser posible ya que lo primero será sin duda consecuencia de lo segundo. De este modo, lo esencial es reparar primero en el tipo de ser humano que somos, es decir, dirigir la mirada al interior de nosotros mismos (al interior de la sociedad) para una vez realizado el análisis poder cambiarla, poder transformarnos. El asunto radica pues en mirar hacia el interior para poder transformar posteriormente nuestras relaciones humanas y construir otro mundo: se trata de conocer cómo somos y qué tipo de ser humano queremos ser.

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