Hace ya dos años, el 18 de marzo de 2016, la Unión Europea firmaba con Turquía un acuerdo para “resolver” el problema de los refugiados que trataban de llegar desesperadamente, en su mayoría desde Siria, hasta las costas griegas a través de Turquía. Pero la solución ideada por Europa no contemplaba la creación de vías seguras para estas personas que garantizara el derecho de asilo contemplado por la legislación internacional y europea, sino más bien el freno del “flujo” de refugiados en un país tercero para que no llegara hasta las costas europeas. Si el problema no se ve, no hay problema, parece ser la postura europea.
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